Las autoridades sospechaban que el varón no había muerto por causas naturales.
Un velorio, un momento sagrado de despedida, se convierte en escenario de desconcierto y desesperación cuando un contingente policial interrumpe el lúgubre silencio para confiscar el féretro, con el difunto aún dentro, y trasladarlo al Servicio Médico Forense.
En un remoto rincón del distrito de San Pedro de Lloc, en la región de La Libertad, a unos 550 kilómetros al norte de la bulliciosa Lima, una vivienda se ve sacudida por la repentina incursión de la ley. Allí, familiares y amigos lloran la pérdida de Milton Darío Vásquez, cuya muerte se envuelve en un manto de sospecha, desencadenando la intervención policial.
Mientras los lamentos por la partida de Darío Vásquez se entrelazan con los gritos de súplica, los agentes policiales se abren paso entre la multitud consternada. La familia, desgarrada, ruega por un último adiós al joven minero de 33 años.
Sin embargo, entre la confusión y la desesperación, el féretro es levantado por diez agentes y cargado en una camioneta, dejando a los dolientes atónitos y algunos capturando el desgarrador momento con sus teléfonos celulares.
Hugo Olano, jefe regional del Departamento de Investigación Criminal, informa a la prensa: «Se ha recuperado el cuerpo, el cual será trasladado a la morgue para esclarecer su deceso. Es lamentable que los familiares se opongan a los procedimientos legales».
Las circunstancias que rodean la muerte de Darío Vásquez son aún difusas. Según Olano, «Los familiares indican que el señor trabajaba en una mina, que se sentía mal. Lo han bajado de la mina en una camioneta y ha llegado muerto, pero no hay ningún certificado que determine la causa de su muerte, es por eso que la policía ha intervenido».
El drama de Darío Vásquez, entre el dolor de su familia y las interrogantes sobre su fallecimiento, resalta la complejidad y sensibilidad en torno a los procedimientos legales y la búsqueda de la verdad en situaciones trágicas.
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