Tras dar cumplimiento a la instrucción del Consejo Consultivo de Bienestar Animal del estado de Guerrero, para el retiro de los caballos que jalaban las calandrias, el puerto de Acapulco ha adaptado su nueva imagen ante los turistas al sustituir a los jamelgos por cuatrimotos.
El 5 de abril de 2020, 42 caballos que tiraban las calandrias en Acapulco, fueron llevados al santuario Cuacolandia, propiedad de Elena Larrea, en Puebla, en donde disfrutan de libertad, recuperación, buen trato y buena alimentación.
La ambientalista Mónica Corazón Gordillo recordó que, si bien es cierto era un atractivo turístico de gran demanda que caballos jalaran las calandrias, también era un espectáculo denigrante ver a los equinos como eran maltratados.
Las denuncias que se presentaron ante las autoridades y las pruebas que se documentaron a través de las redes sociales, fueron pieza clave para poner fin al maltrato de los ejemplares.
A partir de ese momento, a los concesionarios de este tipo de transporte sobre la costera Miguel Alemán, se les notificó que tendrían que sustituir a los animales por cuatrimotos.
En diciembre del 2019, se empezó con los ensayos; no fue fácil el cambio debido a que los concesionarios expresaron su total rechazo a la medida, pero se logró alcanzar acuerdos y dar cumplimiento a la ley de bienestar animal.
En forma paulatina, se sustituyó a los animales y los calandrieros han tenido que utilizar cuatrimotos para jalar los carros y prestar el servicio a los visitantes que gustan recorrer la franja turística.
Aunque algunos paseantes han expresado extrañeza cuando solicitan un recorrido por la costera Miguel Alemán, se les explica que por la fatiga que representaba para los animales, las autoridades hicieron la propuesta para cambiarlos por motorizados.
Cabe señalar que una de las causas que obligó al Consejo Consultivo de Bienestar Animal del estado de Guerrero, llegar acuerdos con los calandrieros fue que, durante las jornadas de trabajo, los caballos que jalaban la estructura de hierro y madera, sufrían maltrato y les daban una mala alimentación.
La información la confirmó la propietaria del santuario Cuacolandia, Elena Larrea, quien declaró a los medios de comunicación poblanos que los animales llegaron desnutridos, flacos, con heridas producidas por el transporte, mordeduras de murciélagos y fiebre de embarque.
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